16 abril 2021. Rafael Vargas da un concierto saltando de un piano a otro y los hace
sonar como si fueran tres. Con un piano afinado al modo clásico y el otro al de los
acordeones (a 1. 440 Hz), con el “Crazy Piano Timbre”, improvisa una mezcla de
grandes clásicos del jazz con música clásica y contemporánea.
Hablo con él unos días después, y me cuenta cómo fue todo. Pero es difícil hablar de su
experiencia en el concierto sin hablar de la vida entera. “La música –dice– tiene que
ver con el conocimiento personal, con el espíritu.”
Rafael Vargas de Prado es un pianista y compositor situado en la corriente llamada
Third Stream Music, con el máster de Interpretación de Piano e Historia de la música
contemporánea en París, con Jean Pierre Dupuy. También está titulado en ámbitos tan
variados como la Neurociencia, la Neuropsicología, la Musicoterapia y la Historia de la
música. Tiene cinco discos publicados, y da clases de piano. Si escribiera esto dentro de
un tiempo, probablemente tendría que añadir muchas cosas más.
Él y Sergey Gogolev (afinador que ha sido el alma del proyecto) se conocen desde hace
tiempo. “Sergey siempre me estaba persiguiendo”, dice Rafael, y al final, lo convenció
para participar en el proyecto. “Me sorprendí mucho”, afirma Sergey.
Un día, Rafa (me pide que le llame así) fue a su casa a probar un piano afinado con el
Crazy Timbre. “Fui probando qué funcionaba y qué no. No funcionaban las cosas muy
tonales, como Mozart, pero sí, por ejemplo, Bach, porque es contrapuntístico, con más
disonancias. Sus obras para órgano contienen gran cantidad de disonancias mucho
más modernas que las de varios músicos del siglo XXI…”.
Lo siguiente fue el concierto. Justo antes, aparecieron los imprevistos. Al llegar Sergey,
Rafa le dijo que quería tocar con dos pianos. Los tenían, pero uno estaba desafinado, y
Sergey tuvo que afinarlo en menos de una hora antes de empezar. Acabaron de afinar
el piano cinco minutos antes de empezar el concierto, cuando el público estaba ya
sentado.
“Hace un tiempo me hubiera enfadado y no hubiera sabido qué hacer –confiesa– pero
he aprendido a ver las dificultades como oportunidades. Cualquier dificultad es una
oportunidad de aprender, y todo lo que aprendemos nos enriquece como personas”.
El concierto fue maravilloso. “La lástima fue no poder juntar más los teclados para
poder tocar los dos a la vez”, se lamenta Rafael Vargas, “quizá la próxima vez.”
La actuación fue divertida en el sentido más expuesto de la palabra. Pudimos
presenciar al pianista saltando de silla en silla, de un piano a otro, a mitad de las
piezas, y mezclando los dos tipos de sonido, enriqueciendo las armonías y resonancias
de un piano con otro...
Y no solamente se mezclaron los pianos. Ya al principio Rafael Vargas comunicó al
público su intención de tocar todas las piezas que había en el programa pero sin seguir
el orden.
Se dibujaron varias sonrisas bajo las mascarillas al reconocer las Variaciones Goldberg
en lo que se había anunciado como concierto de jazz. Y muchas otras obras. “Yo no sé
lo que es jazz, lo que es música clásica… Yo sé lo que es música”, me cuenta Rafa. Para
él, la música tiene que ser algo divertido. El jazz solo lo aburre si no para de repetirse.
“En la música todo está bien, mientras sepas lo que estás haciendo.”
Entender lo que se hace es, para él, el aprendizaje real de la música. A partir de aquí, el
camino de cada uno es personal. Como profesor, dice, no quiero que los alumnos
hagan lo que hago yo: “Ya hay un Rafael Vargas, ellos que hagan su camino”.
Así, cada acto musical deviene único, y la música es posible. Dice que su estilo no es
mejor ni peor que el resto, pero que a él le gusta la mezcla, recoger lo que le ofrece
cada autor y cada posibilidad. ¿Qué puede hacer, por ejemplo, con un Acoustic Hybrid
Piano?
El Acoustic Hybrid Piano le sugiere unos autores en particular. Para él, “la composición
no es tanto diversificar las cosas como limitarlas. Hacer un cocktail con todos los
sabores no tiene mérito, y sabe mal. Pero si seleccionas la mezcla, si mesuras bien… Es
estimulante.”
De este modo, Rafael Vargas toma de los autores que mezcla no sus canciones
cerradas, ni lo que hicieron, sino lo que no hicieron, los ingredientes que no le
hubieran permitido usar al improvisar en el “lenguaje de ellos”. Y de ello saca sus
“cocktails”, que dejaron al público boquiabierto este 16 de abril.
Cuando le pregunto por la experiencia de tocar en un Acoustic Hybrid Piano, me
responde que la afinación clásica actual (a 4.40) la percibimos como normal por
epigenética solamente desde el siglo XX, y es occidental. Nos gusta por lo que se llama
“epigenética”, es decir, no porque genéticamente nos suene mejor sino porque
culturalmente se ha incorporado a nuestro gusto desde hace mucho tiempo. Pero en la
Índia, en la China… hay otros tipos de afinación.
Este concierto fue para él un experimento creativo y está contento con el resultado.
“Tienes que saber cuándo usar un timbre y cuándo usar otro; hay armónicos
diferentes, colores distintos… La hibridación hace más compleja la situación.”
Finalmente, la conversación deriva hacia una reflexión más vital. Para él, la música
tendría que abarcar todos los ámbitos de la vida, y la vida todos los de la música.
Tendríamos que querer saber siempre más, preguntar. Vivir entre la interjección al
mundo y la perplejidad por sus maravillas, y preguntar siempre el por qué de las cosas.
Torpemente, le pregunto el porqué de su concierto. “Yo di mi visión, mi modo de
hacer. Puede gustar o no, pero es distinto, único. Un artista, cuando hace una cosa,
habla de su visión, su vida, su experiencia… Para él es divertido. Se tiene que divertir
haciendo las cosas, o no las puede hacer.”
“El día en que toqué, me hubiera gustado reivindicar que la música está presente en
todo. Todo está hecho de vibraciones, por lo tanto, todo es traducible a música –los
átomos vibran en la nota re, por ejemplo–. La música afecta directamente a nuestras
emociones –¡hasta mejora nuestra salud física y psíquica! – y a nuestra felicidad. La
música, pues, tiene una voz, algo que decir y reivindicar, algo profundamente humano.
La música no puede ser silenciada, o silencias el espíritu, las personas. La música es lo
que emana del espíritu de las personas.” Escuchemos, pues, música y vida.
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